1. Considerando que en esta época del año muchos niños se cuestionan la existencia del viejito pascuero ¿Hasta qué edad los papás deben fomentar este mito?
Mitos tales como el viejito pascuero son creaciones culturales, que, desde el punto de vista psicológico, encarnan aspectos emocionales de los seres humanos. Además de esta característica, este mito está relacionado, en esencia, con la necesidad de creer.
La experiencia de creer tiene un valor fundamental, pues sintetiza el mito con la necesidad emocional que representa. Aquí la familia se constituye en el núcleo organizador y catalizador de esta experiencia.
De acuerdo a lo anterior, fomentar el mito es, en una parte, reconocer una necesidad emocional del niño. Este reconocimiento no debe ser limitado nunca.
No hay una edad definida para “dejar de creer” en el viejito pascuero, y los padres atentos fomentarán el mito hasta cuando exista en el niño la necesidad de creer. El mito será desechado espontáneamente por el niño, cuando esté preparado.
2. ¿Pueden sentirse los niños traicionados al enterarse que el viejito pascuero no existe?
El concepto de traición está más ligado a la mentira y al engaño, y en ese sentido puede estar lejano a lo que sentiría un niño que va dejando de utilizar un mito. Dejar de creer de buena forma en el viejito pascuero no tiene que ver para un niño con asumir un engaño, sino con haber sido sostenido en una ilusión en el momento en que lo necesitó. Si las cosas han funcionado suficientemente bien en la familia, el paso del mito a la realidad no resulta emocionalmente dañino para un niño, todo lo contrario: es un antecedente de que ese núcleo familiar puede ligar la experiencia cultural con las necesidades emocionales de sus miembros, lo que da las bases para la función creativa en los seres humanos.
3. ¿Qué pueden hacer los padres si perciben a su hijo muy desencantado o desilusionado al dejar de creer en la magia de la Navidad?
Sería fundamental primero entender qué es lo que está pasando en esa situación; probablemente hay algo más en la dinámica familiar que subyace de fondo.
En cualquier caso, tal como fue acogida la ilusión en un momento, los padres tienen también que estar preparados para acoger la desilusión del niño y estar atentos a las implicancias que esto genere en él.
Es aconsejable que el tema del viejito pascuero no se transforme en un asunto “práctico” o en un tratar de ser “realista” por parte de los padres, pues la ilusión sería interrumpida abruptamente.
4. ¿Dejar de creer en el viejito pascuero puede ser considerado como el fin de la niñez y la bienvenida al mundo adulto?
Puede hablarse del fin de la niñez, psicológicamente hablando, cuando consideramos una serie de fenómenos que se dan en el transcurso de los años, desde la prepubertad a la adolescencia. Dejar de creer en el viejito pascuero es un hito más dentro de un proceso complejo de maduración tanto cognitiva como emocional.
Por otro lado, la pregunta supone un mundo adulto que “no cree”. Podríamos pensar que la religión, por ejemplo, es una experiencia cultural esencial del mundo que hemos construido “los adultos”. El creer es parte fundamental de la cultura y necesidad primordial del ser humano. Los niños suelen representar esta necesidad a través del mito del viejito pascuero, pero el mundo adulto tiene también sus propias representaciones.
5. ¿Necesitan los niños este tipo de fantasías, o pueden los padres jóvenes prescindir de hacerles creer este mito a sus hijos?
Más que la fantasía en sí misma, y qué forma tome –dependiendo de la tradición de cada familia- es importante entender lo que emocionalmente puede representar para un niño. El viejito pascuero, además de satisfacer deseos, mantiene un vínculo personal con el niño (¡logra llegar a casa a la hora incluso viniendo desde muy lejos!). Es, en otras palabras, la experiencia de ser recordado y valorado. Los padres podrían prescindir de las formas que toman estas fantasías siempre y cuando mantengan los contenidos que las hacen vivir.
Por otra parte, este mito, por ser parte de la cultura, es compartido por una parte importante de sus miembros, por lo que prescindir de él implica excluir al niño de un fragmento de la realidad cultural, que facilita la socialización con su entorno. Proporcionarles otros espacios de tradición cultural es una opción en estos casos.
6. ¿Cómo deben decirle los padres a sus hijos que son ellos los viejitos pascueros?
No es necesario enfrentar el tema como la confesión de una mentira que será dañina para un niño. Durante el desarrollo madurativo, el término de esta fantasía se da de forma natural. El desarrollo cognitivo y el mismo entorno social fomentan el término del mito, pero nuevamente, más que el hecho concreto de decir quién compra realmente los regalos, los padres que son capaces de contener emocionalmente a un niño se preocuparán de estar ahí, manteniendo un vínculo de una manera mucho menos mágica y mucho más limitada, pero habiendo sido capaces de fomentar una ilusión, marco fundamental para cualquier experiencia creativa de un ser humano.
Mitos tales como el viejito pascuero son creaciones culturales, que, desde el punto de vista psicológico, encarnan aspectos emocionales de los seres humanos. Además de esta característica, este mito está relacionado, en esencia, con la necesidad de creer.
La experiencia de creer tiene un valor fundamental, pues sintetiza el mito con la necesidad emocional que representa. Aquí la familia se constituye en el núcleo organizador y catalizador de esta experiencia.
De acuerdo a lo anterior, fomentar el mito es, en una parte, reconocer una necesidad emocional del niño. Este reconocimiento no debe ser limitado nunca.
No hay una edad definida para “dejar de creer” en el viejito pascuero, y los padres atentos fomentarán el mito hasta cuando exista en el niño la necesidad de creer. El mito será desechado espontáneamente por el niño, cuando esté preparado.
2. ¿Pueden sentirse los niños traicionados al enterarse que el viejito pascuero no existe?
El concepto de traición está más ligado a la mentira y al engaño, y en ese sentido puede estar lejano a lo que sentiría un niño que va dejando de utilizar un mito. Dejar de creer de buena forma en el viejito pascuero no tiene que ver para un niño con asumir un engaño, sino con haber sido sostenido en una ilusión en el momento en que lo necesitó. Si las cosas han funcionado suficientemente bien en la familia, el paso del mito a la realidad no resulta emocionalmente dañino para un niño, todo lo contrario: es un antecedente de que ese núcleo familiar puede ligar la experiencia cultural con las necesidades emocionales de sus miembros, lo que da las bases para la función creativa en los seres humanos.
3. ¿Qué pueden hacer los padres si perciben a su hijo muy desencantado o desilusionado al dejar de creer en la magia de la Navidad?
Sería fundamental primero entender qué es lo que está pasando en esa situación; probablemente hay algo más en la dinámica familiar que subyace de fondo.
En cualquier caso, tal como fue acogida la ilusión en un momento, los padres tienen también que estar preparados para acoger la desilusión del niño y estar atentos a las implicancias que esto genere en él.
Es aconsejable que el tema del viejito pascuero no se transforme en un asunto “práctico” o en un tratar de ser “realista” por parte de los padres, pues la ilusión sería interrumpida abruptamente.
4. ¿Dejar de creer en el viejito pascuero puede ser considerado como el fin de la niñez y la bienvenida al mundo adulto?
Puede hablarse del fin de la niñez, psicológicamente hablando, cuando consideramos una serie de fenómenos que se dan en el transcurso de los años, desde la prepubertad a la adolescencia. Dejar de creer en el viejito pascuero es un hito más dentro de un proceso complejo de maduración tanto cognitiva como emocional.
Por otro lado, la pregunta supone un mundo adulto que “no cree”. Podríamos pensar que la religión, por ejemplo, es una experiencia cultural esencial del mundo que hemos construido “los adultos”. El creer es parte fundamental de la cultura y necesidad primordial del ser humano. Los niños suelen representar esta necesidad a través del mito del viejito pascuero, pero el mundo adulto tiene también sus propias representaciones.
5. ¿Necesitan los niños este tipo de fantasías, o pueden los padres jóvenes prescindir de hacerles creer este mito a sus hijos?
Más que la fantasía en sí misma, y qué forma tome –dependiendo de la tradición de cada familia- es importante entender lo que emocionalmente puede representar para un niño. El viejito pascuero, además de satisfacer deseos, mantiene un vínculo personal con el niño (¡logra llegar a casa a la hora incluso viniendo desde muy lejos!). Es, en otras palabras, la experiencia de ser recordado y valorado. Los padres podrían prescindir de las formas que toman estas fantasías siempre y cuando mantengan los contenidos que las hacen vivir.
Por otra parte, este mito, por ser parte de la cultura, es compartido por una parte importante de sus miembros, por lo que prescindir de él implica excluir al niño de un fragmento de la realidad cultural, que facilita la socialización con su entorno. Proporcionarles otros espacios de tradición cultural es una opción en estos casos.
6. ¿Cómo deben decirle los padres a sus hijos que son ellos los viejitos pascueros?
No es necesario enfrentar el tema como la confesión de una mentira que será dañina para un niño. Durante el desarrollo madurativo, el término de esta fantasía se da de forma natural. El desarrollo cognitivo y el mismo entorno social fomentan el término del mito, pero nuevamente, más que el hecho concreto de decir quién compra realmente los regalos, los padres que son capaces de contener emocionalmente a un niño se preocuparán de estar ahí, manteniendo un vínculo de una manera mucho menos mágica y mucho más limitada, pero habiendo sido capaces de fomentar una ilusión, marco fundamental para cualquier experiencia creativa de un ser humano.
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